La culpa
y la vergüenza son fenómenos culturales
fundados en el patriarcado y en el paradigma de la verdad trascendente, es
decir, en la noción de que existe una verdad independientemente del observador
que somos cada uno de nosotros.
Cuando
estamos viviendo en el entendimiento de que hay una verdad objetiva, y por lo
tanto una forma correcta de ser y hacer, rechazamos nuestros propios deseos y
preferencias, poniendo en el centro de nuestro hacer, lo que debería ser.
Tradicionalmente
la culpa surge cuando juzgo que lo que hago o hice, pienso o pensé, dañó a
otro. Y la vergüenza surge cuando por mi hacer, o mi posible hacer, siento que
puedo dañar mi autoimagen.
Cuando
en la niñez convivimos en la repetición de interrelaciones de desamor,
comenzamos a armar una apariencia para ser aceptadas y respetadas por el mundo
que nos niega, y nos exige resultados.
Cuando
crecemos en la coexistencia con desamor, surge la necesidad de fabricar una
apariencia sustentada en la exigencia y el control; vivimos rindiendo exámenes
permanentemente.
Y allí
surge la víctima que busca la aprobación, el reconocimiento, el amor que no
sabe generar
La madre
entrañable reconocería los deseos de la criatura, pero el condicionamiento
cultural y la culpa, no se lo permiten.
Dicho
condicionamiento y culpa se recreará a través de:
-
La edipización del inconsciente: vivenciado por la criatura como
una negación de la vida. El deberá separarse de su madre para evitar el
incesto, en caso contrario pagará con su vida y el infierno. La criatura
aprende a vivir humillada en un mundo donde impera el miedo y la carencia.
Escuchará, de la boca de sus padres, a los que les da absoluta autoridad, qué
debe hacer y cómo debe ser para que lo quieran y lo acepten; y será ese
lenguaje, y la interpretación generada en la escucha de esa/e niña/o un condicionamiento que lo llevará a cumplir,
irremediablemente, el destino de la familia.
-
El castigo: el daño de la represión no es
solo un daño físico. Podemos reconocer que nuestros padres nos daban palizas
mucho antes que reconocer que no nos querían, y muchísimo antes que reconocer
el sufrimiento producido por el desamor. Desamor expresado a través de palabras
hirientes, humillantes, dichas con el objetivo de corregir un ser que nace, a
juicio del patriarcado, defectuoso (debido al pecado original), con deseos
abominables.
-
La religión judeo – cristiana: el primero y cuarto mandamiento
ordenan y aseguran que ese ser, lejos de escapar de la trampa que le tiende el
patriarcado, se someta. Dicho sometimiento se hará efectivo a través del miedo.
El miedo es un factor que bloquea la inteligencia; pero luego, para reforzar el
bloqueo, vienen lo sagrado, el tabú, el mito y la religión recubriendo
pudorosamente a la conciencia; el resultado de todo este escenario armado hace
que nos compremos la historia. Y, de quererla intervenir, de mostrar algún
atisbo de rebelión, allí estará el padre imponiéndose a través del control; la
madre patriarcal con su útero rígido, insensible a las necesidades de la
criatura , un sujeto pasivo, defendiendo la autoridad del padre; y la religión
esperándonos con el boleto que, sin escalas, nos conducirá al infierno.
Las
consecuencias de este modelo, hace que la mujer genere parejas patológicas: las
relaciones se vuelven neuróticas porque tienen que adaptarse al modelo
socialmente establecido de la “media naranja”, que supone la traslación del
amor primario simbiótico madre-criatura. Y según ese modelo efectivamente
proyectamos el anhelo libidinal de simbiosis, latente desde nuestra etapa
primal, a la pareja adulta. Los
‘’apegos” patológicos pueden ser muy variados: tabaco, juego, drogas,
chocolate, consumismo compulsivo, sexo sin deseo, posesiones, fama, poder. Es
la búsqueda insaciable del bienestar perdido, tratando de atenuar la ansiedad
que mana de la Falta Básica, la falta del amor primario.
Cómo salir de la trampa…
“Solo
podemos intervenir aquello que conocemos”. La mujer necesita poder escuchar una
historia diferente a la que le contaron. Como decía Elizabeth Kubler Ross:- Hoy
no se trata de creer, sino de saber.
Y esa
nueva historia le mostrará que lo que
escuchó, lo que le contaron, son juicios, interpretaciones sostenidas
por un sistema que lleva más de 4000 años, que ya ni siquiera necesita utilizar
la fuerza para imponer porque el lenguaje usado por el mismo genera una
realidad.
Darse
cuenta que lo que está haciendo es repetir un discurso que no le pertenece y
que está presa de un destino que le exige no apartarse de las reglas; que de hacerlo,
pagará de alguna manera, por ejemplo, con enfermedades.
Necesitará
buscar a sus pares. Según Louann Brizendine, las hembras parecen disponer de
algunas reacciones ante el estrés, además del combate o fuga, que les permiten protegerse a sí mismas y a
las crías dependientes de ellas. Una de estas reacciones puede ser la de confiar en los lazos sociales. Las
hembras de un grupo social fijo están más inclinadas a acudir a la ayuda recíproca en situaciones de
amenaza o estrés. Las hembras pueden avisarse mutuamente dentro del grupo
anticipando el conflicto, lo cual les permite alejarse del peligro potencial y
continuar cuidando sin peligro a las crías dependientes. Esta norma de conducta
se denomina “cuida y busca amistades” y puede constituir una estrategia
particularmente femenina. Cuidar implica actividades de tutela que fomentan la
seguridad y reducen la desgracia para la hembra y su cría. Hacer amistades es
la creación y conservación de redes sociales que pueden ayudar en este proceso.
Recuérdese
que nuestro moderno cerebro femenino conserva los circuitos antiguos de
nuestras antepasadas más exitosas.
Implementar
programas que le permitan relacionarse con el placer, originando nuevos
mandatos. Y esto se podrá hacer a través de técnicas corporales que le permiten
ampliar su espectro de posibilidades, rediseñando su historia.
Para
poder implementar las técnicas y la terapéutica, necesitaremos una teoría
consistente.
Podríamos
empezar, por ejemplo, contando una nueva versión sobre la expulsión del
Paraíso. Después de todo, dicho cuento es un juicio, no hay evidencias (hechos
observables) que demuestren su veracidad. Tratándose entonces simplemente de
una historia con un final trágico para la humanidad, y sobre todo para la
mujer, podemos quienes hemos sobrevivido a la experiencia de una sociedad
patriarcal, contar algo diferente, que nos permita apropiarnos de nuestra
sexualidad y disfrutarla sin culpas… y hacerle útero catalán (en lugar de pito)
al destino.
Bibliografía:
La
represión del deseo materno (Casilda Rodrigañez)
El
cerebro femenino (Louis Brizendine)
La culpa
(Fernando Saenz Ford)
Lic. Elisa
Botti
Medicinas
Naturales y Naturopatía
Mat. 14028
Miembro
Profesional de ASIMEPA (Asociación Internacional de Medicinas Y Psicologías
Alternativas)
Coach
Ontológico Corporal
Especialista
en Técnicas Psicocorporales
Blog: http://elisabotti.blogspot.com/
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