Wednesday, January 18, 2012

Un cuento saludable

Juan iba camino a su casa. Era una tarde muy fría y no se había abrigado lo suficiente. A poco de llegar se encuentra con una antigua amiga: doña Gripe. Se saludan afectuosamente ya que hacía un año que no se veían. Intercambian algunas palabras y Juan la invita a su casa, a tomar un té. A partir de ese momento y durante una semana doña Gripe se instaló en casa de Juan, obligándolo a permanecer con ella. Juan llamó a su trabajo para avisar que iba a faltar unos días porque estaba con Gripe.



Otra experiencia similar tuvo Griselda, una mujer mayor que salió hacer las compras una mañana. Al regresar se encontró con doña Artritis, una mujer un tanto ácida con la que se puso a conversar. A partir de ese día se hicieron amigas inseparables. Ahora siempre se la puede ver a Griselda con Artritis.

Estas dos historias pueden resultar, a primera vista, graciosas o un tanto naif.
En realidad lo que hice fué relatar, a modo de cuento, cómo la cultura dice que “se adquiere” una enfermedad.

Pregunto: -Puede ser que algo tan perfecto como el cuerpo humano haya sido diseñado para estar librado a su suerte, las inclemencias del tiempo, el paso de los años?

Considerarlo de esta manera es, a mi juicio, no poder dimensionar el milagro que somos.

Cada uno de nosotros es responsable de su salud.

Y me parece escuchar la pregunta:- Eli… dices que yo me enfermo porque quiero?
A lo que respondo:- No es porque quiero sino porque puedo.

Y paso a fundar este juicio:

Somos seres históricos, condicionados por modelos mentales, por creencias que están hondamente arraigadas y que influyen sobre nuestra manera de observar el mundo y, por lo tanto, también sobre nuestra manera de actuar en él..

Y son estos modelos mentales los que nos llevan a creer que vemos las cosas como son (convencidos de ello decimos que “son así”) y, en realidad, son como las vemos.
Cuando una enfermedad se manifiesta en el organismo, es signo de una disfunción en tres áreas: las emociones, el cuerpo y el lenguaje.

La emoción es la forma en que respondemos a los sucesos. Son reactivas. No las puedo controlar. Cuando una emoción se dispara, el primer lugar de impacto es el cuerpo. Recuerda cuando algo te enoja. Tu respiración es más corta, a la altura del plexo, puedes sentir que se comprime el pecho, se cierra la garganta, tu rostro se enrojece, etc.

Si esa emoción no logra canalizarse, se alojará en alguna parte de tu organismo donde se sienta “cómoda”, donde encuentre un terreno fértil para desarrollarse. Y ese terreno fértil estará dado por aquel organismo que, debido a una ingesta incorrecta de alimentos, haya producido un desequilibrio hormonal que lo conduce indefectiblemente, tarde o temprano, a la enfermedad.

A partir de allí, comienzas a generar un lenguaje que te ubica en el papel de víctima.
Acudes entonces a una píldora que mágicamente te mejora… por el momento...
Te preguntarás:- Puedo entonces lograr un estado de salud pleno?

Sí, pero como dice Bucay: Nada que sea bueno es gratis.

Vivir en salud es un proceso que requiere de un gran compromiso para con nosotros mismos. Y para ello es necesario conocernos, adquirir herramientas que nos permitan liderar el cuerpo, las emociones y el lenguaje.

“Ya no se trata de creer sino de saber”.

Conoce tu cuerpo, investiga sobre las leyes naturales que lo rigen, nútrelo de manera correcta. "La comida es la droga más poderosa de que disponemos."

Revisa tus conversaciones y pensamientos, observa cuáles son los modelos mentales que los sustentan y quédate con aquellos que te sirvan y te lleven a un espacio de bienestar. El resto deséchalo.

No resistas la emoción. Ella es una maestra que viene a mostrarte que algo no está bien dentro de ti, que hay alguna situación a la que te estás sometiendo, algo que temes… y tu cuerpo lo expresa a través del síntoma.

Te invito a salir del lenguaje que te lleva a explicar todo el tiempo el por qué te pasa lo que te pasa, y comiences a trabajar en el diseño de tu bienestar.

El presente es el único tiempo en el que podemos elegir.

“Y no hay momento más poderoso que cuando elegimos”.

También puedes ir, una mañana de éstas, caminando por algún lugar, encontrarte con doña Gripe e invitarla a almorzar….

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