Monday, January 27, 2014

La enfermedad... Otra realidad

Nos han enseñado que la enfermedad es algo que llega de sorpresa, sin avisar. Y luego que arriba, las explicaciones posibles son: algo que comiste o venís comiendo mal hace años, una cuestión genética, el clima, un virus. Y quienes emiten estos juicios (lamentablemente muchos profesionales de la salud) se olvidan que no solo somos un cuerpo, sino que tenemos emociones, sentimientos, sensaciones y una historia que comienza en la panza de mamá; ella nos transfiere sus miedos, sus dudas, su sentir. Y cuando llegamos al mundo somos recibidos por una familia, con mandatos hondamente arraigados que funcionan como verdades implacables.




Pero la medicina ortodoxa hace caso omiso de esta historia. Los médicos se formaron estudiando un cadáver que no siente, no expresa, que no interpreta. Y allí solo verán el órgano afectado, lo patológico, la representación física de lo que llaman enfermedad.

Pero cuando el paciente llega a la consulta está vivo; aparece un ser con sensaciones, miedos, angustias, frustraciones, que no ha podido expresar, sacar a la luz, elaborar psíquicamente algo que le ocurrió: la pérdida de un hijo, de una pareja, un engaño, un abandono, una traición; y será entonces la biología la que resolverá por él, de la manera que siempre lo ha hecho, con el mejor programa que la evolución ha dejado después de varios intentos de prueba-error.

Cualquier médico que lea esto dirá:- Sólo tengo diez minutos para atender a cada paciente. No hay tiempo para que me explique lo que le pasó; tendría que escucharlo, dejar de lado el protocolo y buscar el motivo, el momento en que esa persona estuvo frente a un hecho que, como no lo pudo elaborar su psiquis, lo hizo su biología. Y a mí me enseñaron que es el órgano al que tengo que tratar, no a la persona.

Y así empieza la novela venezolana del sistema médico: caras de “no sé qué pasa aquí’’; pronósticos de duda y temor, expresados por el profesional a través de gestos: ceño fruncido, respiraciones profundas, labios apretados y movimientos de cabeza; todo este despliegue escénico frente a un paciente que queda perplejo, temeroso, sin saber qué puede pasar con él.

El miedo anula la inteligencia, la capacidad de respuesta. Esa persona que padece lo que no sabe que padece, no puede pensar, no tiene conocimientos. Y le dará entonces la autoridad a un representante del sistema médico para que lo ayude a encontrar la salida; porque él no la ve.

Hay un dicho popular: “El saber no ocupa lugar”; pero pareciera que no es aplicable a todas las personas. Algunos, muchos, han adquirido un primer conocimiento, devenido en verdad (como lo es la medicina ortodoxa) que ocupa un espacio tal en sus cerebros que no da lugar a otra realidad.

Vemos a oncólogos recibiendo a un paciente que viene con algo raro, que no sabe bien de qué se trata; la respuesta es inmediata de parte del profesional:- Vamos a hacer estudios.

Y cuando se visualiza el bulto, ‘’esa cosa amorfa” que aparece en la foto, lo observan como al enemigo al que hay que destruir. Y utiliza las únicas armas letales que le enseñaron a usar: la quimioterapia y los rayos. Y si bien hay infinidad de fundamentos científicos que demuestran que, en la mayoría de los casos, no solo son contraproducentes sino que innecesarias, son las únicas armas que conocen. Ellos solo pueden ver un monstruo dentro de un cuerpo físico; no ven a un ser humano que ha pasado por diversas circunstancias que ya no puede tolerar; y como no es capaz de expresarlo, de irse, como no acciona, lo hará su biología a través de un grupo de células que se separan del resto y dicen: Basta! 

El discurso médico será: -Esto es grave pero vamos a luchar! Me pregunto:- Quién lucha? El paciente? No, él es un simple observador inmovilizado por el miedo, invadido por miles de pensamientos relacionados con la muerte. El médico es el que ha decidido emprender una cruzada contra el monstruo llamado cáncer, hablando un idioma diferente del que habla el supuesto monstruo.

El paciente observa su deterioro, lejos de lo que pensaba que le iba a ocurrir (supuestamente le dieron quimioterapia para sanarlo). A veces dice que quiere dejar el tratamiento pero es la propia familia, víctima del sistema, la que insiste. -Algo hay que hacer, no podés quedarte quieto. Y alguno le comentará a otro:- Por lo menos si lo peor ocurre (la muerte) quiero quedarme con la conciencia tranquila de que hicimos todo para salvarlo.

Y si la salida fuese no hacer… O hacer desde otro lugar? Y si en lugar de comenzar con el ataque a mansalva se empezara por escuchar a la persona, se lo ayudase a interpretar qué sintió cuando le pasó lo que le pasó; si se empezara a hablar el lenguaje de las células para tener con ellas una conversación productiva, entender por qué necesitaron aislarse, dejar de ser cooperativas, solidarias; comprender qué es lo que necesitan, como representantes de ese ser humano de las que ellas son las portavoces oficiales?

Un animal, cuando tiene una herida en una pata, por ejemplo, busca un lugar seguro y se retira a descansar, teniendo la certeza de que su cuerpo reparará el daño producido por lo que fuere. No vendrá otro animal a explicarle que existe una droga mágica para recuperar su salud; tampoco el Rey León, salido de las películas de Disney, instigándolo a que se saque las cuatro patas y las remplace por unas de palo para evitar tener problemas en el futuro. El animal herido confía y no tiene un sistema externo que lo demande para volver a la carrera cotidiana, siempre que esté libre en la naturaleza. No le ocurrirá lo mismo a un animal en cautiverio.

El ser humano se ha convertido en ese animal en cautiverio que ha perdido el instinto, la certeza de que cuando la biología se pone en marcha será para reparar, para denunciar, para expresar algo. Y si aprende ese idioma podrá encontrar, junto a un profesional de la salud (que también se ha ocupado en aprenderlo), el mejor camino para recuperar el bienestar perdido.

Y así el paciente volverá a tener autoridad sobre sí mismo; podrá elegir comprendiendo su proceso, sabiendo que nada de lo que le ocurre es azar o destino, sino la consecuencia de vivir en la incoherencia entre el sentir y el hacer. Y el profesional de la salud abandonará su postura de semidiós, para convertirse en un ser humano comprometido con su paciente, a quien asistirá para que juntos encuentren lo mejor para ese paciente.

El sistema intentará, por todos los medios, convencerte de que esto es una utopía. Solo la búsqueda de otras realidades te permitirá ser libre para elegir y no comprarte la historia que te quieren vender en tu perjuicio y en beneficio de otros.

1 comment:

  1. gracias Elisa, muy bueno el articulo, es un trabajo intenso sostener "otra" interpretación de la realidad que se sostiene con tanto ahínco, hay mucho temor al desvelo, a la amenaza de lo desconocido aunque sea tal vez mejor, cada movimiento en la dirección que mostras mueve una horda de reacciones para acomodarte en la "posición correcta y acordada", en mi caso trato de levar las 2 visiones de la mano para no despertar la furia de mis semejantes y quedarme solo (que no me gusta jajaja)
    gracias de nuevo
    gerardo

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